miércoles, junio 8

Un tugurio en el Jirón Amazonas

Durante muchos años era parte del "paisaje" al ingreso al centro de Lima por el puente Ricardo Palma que conecta el distrito del Rímac con la avenida Abancay. Poca información se tenia de este edificio multifamiliar que se convertía en una incógnita al aparecer en viejas fotos de esa zona de Lima. En este articulo compartimos algo de su historia y sobre todo su final y lo que sucedió con sus ocupantes.


Era llamado por algunos "el Castillo de Drácula", "la casa del Puente", "el palacio de Cristal", y otros lo llamaban "Quinta la Soledad" (aunque al parecer ésta era otra ubicada en la primera cuadra del jirón Amazonas, a la espalda del Convento de San Francisco). Desde antiguos artículos periodísticos que daban cuenta de su desconocido origen y mas bien mencionaban lo miserable de su aspecto y como podían haber personas que pudiese vivir en tan precarias condiciones. En épocas de fuertes migraciones, la necesidad de hogar no reparaba en lujos, y probablemente la que fue una gran mansión construida en el siglo XIX, devino en un edificio multifamiliar donde se dice que aún se podían ver revestido de barro, columnas y arcos de mármol y techos de bien tallada madera. 

Estas son algunas de las fotos que circulan en internet:

Fuente: Canal Museal - Diario Expreso 1965

Fuentes Fotográficas Peruanas

Revista Variedades, 1923

Facebook: Lima la Única

Revista Caretas

Foto: Giancarlo Bigolín, 1972

El edificio estaba ubicado en la calle de la Barranca, cuadra 2 del jirón Amazonas. En una consulta realizada al Archivo General de la Nación, en la Colección Terán, esta propiedad perteneció a finales del siglo XIX al antiguo y desaparecido Hospital de la Caridad. Colindaba con otras propiedades que eran administradas por la Beneficencia Pública de Lima. 

En un articulo de la pagina de Facebook "Canal Museal" se transcribe un texto del Diario Expreso:

PALACETE DE LA MISERIA

LIMA: PASADO Y PRESENTE

"Devino de residencia burguesa en conventillo. Mecheros de hojalatas, gritos de niño y una que otra bombilla eléctrica de 15 kw., iluminan tenuemente sus interiores. Nadie sabe de quién fue, ni como sus portales de medio punto y su labrado antepecho de cedro, se cubrió de barro y quincha. Todos la conocían como la Casa de Puente y allí queda su historia, como si para ella se hubiera detenido el tiempo o borrado la perspectiva de la eternidad.

Cualquiera puede verla desde el puente Ricardo Palma, que como un gesto democrático de lima citadina de rascacielos y neón, se alarga para estrechar las sombras superpuesta del Rímac proletario,

Una foto curiosa la eternizó cuando vestida de oropel, levantaba su gallarda estructura sobre las pobres construcciones aledañas. Su estilo sin estilo, recuerda una maqueta de hotel veneciano. Una verja de hierro protegía sus arcos tapizados de mármol. Todo en ella relumbraba entonces. Los perros, para cuyos ojos se suponen frecuentemente pasados y presentes deben verla todavía con todas sus lámparas encendidas, la noche inaugural.

Calesitas borradas por la bruma, galantes petrimetris, damitas de miriñaque y corsé, perfumando el aire con sus mentiras de amor. Luego un vals republicano vino de Francia, Rapé y decadencia.

MUERTE DE PIE

Tampoco se sabe cuando el hombre, sujeto a las fluctuaciones de la fortuna y la política o tal vez la muerte, dejó en silencio sus dorados salones. Pero debió haber sido una metamorfosis lenta la de aquella Casa del Puente. Sufriendo la vergüenza de algunos remates públicos, seguro pasó la pena negra. Y peor, cuando los nuevos ricos, hicieron pisotear con sus mulos, su patio hecho para cultivar flores y mujeres bonitas.

Luego alguien se aburrió de sus bordados de madera, sus arcos, sus corredores llenos de luz y con un espíritu utilitario empezó a cubrirla de barro, subdividir sus estancias en oscuros cuartuchos para vivienda de zambos maulas y serranos sin blasón.

Así la descubre 1965, después de más de cien años de construcción. La Casa del Puente es ahora mansión de pequeños horrores, donde el aire hiede a miseria y hace aullar a los perros que la sufren."

Sin firma. Diario Expreso. Lima, miércoles 14 de julio de 1965

Archivo CANAL MUSEAL."

Y así fue pasando el tiempo, hasta que el terremoto del 3 de octubre de 1974, y los daños que dejó en nuestra ciudad, colocaron la propiedad a la vista de todos, debido a los graves daños que había sufrido y a la necesidad de reubicación de los ocupantes de ese predio. Los diarios La Crónica, El Comercio, entre otros fueron dando cuenta en octubre de 1974 de los planes de traslado de los damnificados de esta propiedad y de otras casas vecinas en la primera cuadra del jirón Amazonas a la Urbanización Azcarrunz en San Juan de Lurigancho.

Así, con las imágenes del traslado de los antiguos ocupantes de este tugurio y la demolición del edificio, llegó a su final una historia que aun espera completarse, sobre todo sobre sus orígenes y que historias albergó en sus mejores tiempos, lo que debió ser una imponente mansión, a la vera del rio hablador.

Demolición del tugurio de la calle de la Barranca. Se ve la fachada de dos pisos hacia esta calle.

Aspecto del tugurio luego del terremoto de 1974


El Comercio, 14 de octubre de 1974

Suplemento Magazine de "La Crónica", octubre 1974

Agradecimientos:

A la señora Elizabeth Rodríguez, por su búsqueda en el AGN y algunos datos proporcionados. 


4 comments:

Christian Hurtado dijo...

Muy interesante! Gracias por esta información detallada de un aspecto de la Lima que se fue.

Anónimo dijo...

Que interesante, cosas que uno se entera.

cg57 dijo...

No esperaba encontrar fotos de una zona de Lima ya desaparecida y que tuve la oportunidad de conocer en los años 40. Realmente, estuve en la cuadra 3 del Jirón Amazonas, conocida como la calle de Viterbo. Al final de la calle Viterbo y al comienzo del puente Balta, se podía observar a los trabajadores del ferrocarril dándole vuelta, en una plataforma giratoria circular, a los autovagones o trenes. Gracias por este artículo con contenido de nostalgia.

ALEJANDRO RODRIGUEZ MONTOYA dijo...

Yo recuerdo mucho cuando se empezó a derrumbar el edificio.