domingo, noviembre 11

Por razones militares se fundó Lima


* Articulo del Sr. Antonio Rengifo Balarezo

Determinar cuál es la función de la ciudad de Lima hoy es difícil por la cercanía de la apreciación.  Sin embargo, una sinopsis histórica de los cambios de función ocurridos en los siglos XVI y XVII es más fácil y se lograría cierta objetividad.

Las ciudades fundadas por los Conquistadores en Hispanoamérica fueron trazadas a escuadra y cordel. No tuvieron calles estrechas ni curvilíneas como en las ciudades de la Europa medieval.

El espacio se dividió en manzanas separadas por calles  que se interceptan en ángulo recto.  Cada manzana se fraccionó en cuatro partes llamadas solares; de modo que a cada solar le correspondiera una esquina.  La conformación urbana resultante fue un tablero escaqueado.  El centro de la ciudad, y lugar de fundación, es una explanada que se denomina Plaza Mayor o Plaza de Armas

Alrededor de la Plaza de Armas se señalaban los solares para la  Casa del Gobernador, la Iglesia y el Cabildo y las mansiones para los Conquistadores más importantes.  En la Plaza de Armas también se ubicaba la picota y la  pila de fuente, la cual en esa época no sólo era ornamental.  Cuando ocurría una emergencia bélica, los encomenderos se concentraban en la Plaza de Armas a los gritos de:  Alarma, alarma;  a las armas, a las armas!

Las prescripciones para fundar ciudades están registradas en las Leyes de Indias (libro IV).  Su aplicación no fue rígida, sino de acuerdo a las condiciones concretas.  En el caso de la fundación del Cuzco (1534) no se acataron las prescripciones plenamente, puesto que la  ciudad española se superpuso a la capital del Imperio Inca.

El ordenamiento urbano de las ciudades coloniales hispanoamericanas se debió a su finalidad militar; lo que constituyó un avance.  El trazo en forma de tablero escaqueado facilitó la formación de barricadas, el desplazamiento de la caballería y aumentó contundencia a la artillería.  Ambas armas fueron decisivas en la guerra.

Plano de Lima, 1535

En las ciudades fundadas en el siglo XVI  los vecinos fueron principalmente soldados y la misma ciudad era un bastión o una base militar de donde partían expediciones a debelar sublevaciones o a despojar  de sus tierras a los nativos para convertirlas en realengas; es decir , tierras de propiedad del Rey, el cual podía otorgarlas a voluntad.

Así como existieron prescripciones para el trazado urbano de las ciudades coloniales; también las hubo para la elección del lugar donde se asentaban las poblaciones.  Entre esas prescripciones se mencionan las siguientes:   posibilidad de defensa ante los ataques enemigos, preferencia por la ribera de los ríos (“de manera que el Sol diera primero en la ciudad y después en el río”), altitud, dirección de los vientos, dotación de agua, cercanía a bosques, tierras de labor y pastos, abundancia de frutas y de sal, ausencia de enfermedades endémicas y a prudente distancia de volcanes, torrenteras, zona de nieblas y de desborde de ríos.  También se tomaba en cuenta la cercanía de poblaciones indígenas para reclutar mano de obra empleada en la construcción de locales “públicos” y casonas  solariegas de los Conquistadores. 

Tomando en cuenta casi todas esas condiciones se eligió el lugar en donde se fundó, el 29 de noviembre de 1533, la ciudad española de Jauja.  (Fue al año siguiente, y luego de la  fundación del Cuzco).  Pizarro tuvo la intención de convertirla en la capital de su futura Gobernación, la Gobernación de Nueva Castilla.  Pero  allí, ni el botín de guerra ni la vida de los conquistadores estaban  seguros.

Si bien, los indios wankas habían sido enemigos de los incas, también lo eran de cualquiera que intentara obligarlos a trabajos por la fuerza.  Por lo demás, los Conquistadores habían sido jaqueados por Quizquiz, conductor de una sublevación indígena.  Seguramente, estos acontecimientos precipitaron la decisión de trasladarse a los llanos, es decir, a la Costa.  Y ahí asentarse, fundando una nueva ciudad.

Según el acta del Cabildo celebrado en Jauja, el 29 de noviembre de 1534, se acordó cambiar de sitio a la ciudad.  En ese Cabildo se adujo que Jauja era fría, de mucha nieve y falta de leña...  Además,  no se podía criar puercos, gallinas ni yeguas; pues, al parir, sus crías se morían.

Para los Conquistadores el ganado porcino era muy importante; todavía no tenían la posibilidad de apelar al ganado ovino ni al vacuno.  Muchas veces marchaban, en sus expediciones militares, con sus piaras de puercos.  Los puercos constituían  -sino la única- su principal fuente de proteínas animales.  Difícilmente  se avenían a comer cuyes, importante fuente de proteínas de la población indígena de los Andes.  (Aunque ante situaciones de emergencia comieron los alimentos nativos y hasta cometieron actos de antropofagia.)  La importancia del ganado caballar es evidente, sobre todo, para su uso militar, que no requiere mayor comentario.

Pero lo que sí exige un comentario, es la dificultad de la reproducción de los animales mencionados; porque ahora en Jauja eso ya no ocurre.  Y, sin embargo, la afirmación de los Conquistadores era cierta.  Así lo confirman las fuentes históricas consultadas por el médico Carlos Monge en sus estudios precursores de biología andina.  Lo mismo que les sucedía  -en esa época-  a las puercas, gallinas y yeguas también les acontecía a las mujeres españolas, mientras sus organismos se adaptaban a la altura.  Entre tanto, las indígenas alumbraban hijos de los Conquistadores sin mayor riesgo.

Por todas esas razones, aunque principalmente por seguridad, Pizarro bajó a los llanos y pensó ubicar la capital de su gobernación en Pachacamac; pero por no tener suficiente agua, desistió.  El lugar propicio resultó el asiento del cacique Tauli Chusco en el valle del río Rimac.

El lunes 18 de enero de 1535, Francisco Pizarro procedió  -previa misa-  a fundar “para siempre jamás LA CIUDAD DE LOS REYES DEL PERU” en nombre de la Santísima Trinidad.  Con un criterio militar, los indios fueron desplazados hacia la ribera baja del río; en cambio, la ciudad española se edifica a cien pasos de la ribera alta.  Pizarro tomó para sí cuatro solares en el lugar donde estaba la principal bocatoma y desde la cual se controlaba una vasta área agrícola.

Lima hispana justificó las razones de su fundación cuando resistió el asedio de las tropas de Manco II, las que se movilizaron por las faldas del  -luego llamado- cerro San  Cristóbal.  No hubo necesidad de utilizar como vía de escape al vecino puerto.

En ese siglo XVI  los objetivos militares inmediatos orientaban la función de la ciudad; hasta que, en el siglo  XVII, cambió el contexto histórico y, por consiguiente, la función de la ciudad también cambió.  La Conquista está consolidada y las guerras civiles han sido pacificadas.  Lima se convierte en la capital Sud Americana de la ruta de la plata.  Todo el fabuloso metal que se remesaba a España salía por Lima.   De él se deducía “el quinto real”, es decir, el 20% como tributo al Rey.

Durante 230 años, esto es, mientras no se desmembró el Virreinato, las decisiones administrativo-fiscales que se tomaban en Lima  -o se trasmitían  desde ella-  afectaban la conducta de una población que se extendía desde Panamá hasta la Tierra del Fuego.  Luego de la separación de la Arquidiócesis de  Lima  de la de Sevilla, Lima fue el  centro de la actividad religiosa del continente.

Por las razones expuestas y tal vez por no contar con una gran población indígena como Tenotchtitlán (México) o Cuzco, Lima  -desde su fundación- definió su vocación:  “mirar mar afuera, más que mar adentro”.[1]

Bibliografia:

- COSSIO, Felipe:  Arte del Perú Colonial. 
Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1958, pp. 253.

- MARIATEGUI, Ricardo:  El Rimac,
Barrio limeño de Abajo del Puente.  Guía histórica y artística.                          
Obra patrocinada por el Rotary Club del Rimac, Lima, 1956, pp. 164.

- MORSE, Richard:  The urban development of colonial Spanish America.  Tomado de “The Cambridge History of Latin America”, Vol. II, Colonial Latin America, edited by Leslie Bethell, Cambridge University Press, first publiched 1984, reprinted 1985, pp. 67/105.

- PACHECO, César:  Memoria y utopía de la vieja Lima.
Ediciones de la Avispa Blanca-Universidad del Pacífico, departamento de Humanidades, Lima, 1985, pp. 309.

- PORRAS, Raúl:  El río, el puente y la alameda
Tomado de “Antología” de Raúl Porras, Ediciones Crepúsculo de América, 1971, pp. 11/60.



[1] Juicio del pintor José Sabogal sobre  la recepción que tuvo en Lima su primera exposición (1918).   

Antonio Rengifo Balarezo (Lima, 1937) Es sociólogo y ha trabajado en la docencia universitaria y en la administración pública. Autor de artículos, reseñas, ensayos, ponencias y dos libros: La Artesanía en la obra de José Sabogal Wiesse y Rebelión india, este último en coautoría con Pablo Macera.
Fue uno de los dos ganadores del Concurso Los 7 Ensayos de la Realidad Peruana, organizado por el Centro Cultural Puerta Abierta y la Casa Museo José Carlos Mariátegui, con el ensayo: Invitación a la lectura de 7 ensayos de interpretación de la Realidad Peruana.                   

3 comments:

Arqarturo dijo...

Excelente artículo David. Es un placer leer tu blog. Felicitaciones.

Homocientiae dijo...

EXCELENTE ARTICULO. ANTONIO RENGIFO AMIGO Y MAESTRO

Homocientiae dijo...

excelente articulo. Antonio Rengifo, amigo y maestro.